miércoles, enero 26, 2005

Goliath

Creo que la mayoría de las personas tenemos un problema interno y eterno, casi imposible de borrar por completo, que será acarreado hasta el fin de nuestros días. Este dilema existencial puede ser físico o mental. El mío es mental y es el siguiente: la introversión o la timidez. No sé muy bien cuál de los dos términos corresponde a mi ser, pero creo que la idea está bien transmitida. Siento que jamás podré demostrarme tal cual soy, con absoluta transparencia, que hay dentro de mí millones de luces de colores y papeles glacé opacos que nunca pasarán la barrera censora de mi conciencia. Cuando me pongo a pensar en eso, me produce mucho dolor. No le deseo a nadie esa horrible situación que varias veces me persigue, en la cual me siento capaz de recitar un libro entero de palabras y sólo logro decir: "Hola, que tal".
Sin embargo, tengo un antídoto. Porque todo lo que acumulo en el cajón de mis temores no queda olvidado y lleno de polvillo, todo lo contrario. Cada vez se hace más intenso, incrementa su forma y llega a un punto de ebullición donde sale o sale. Por ejemplo, cuando algo me da mucha bronca, olvido rápidamente mis inhibiciones, es automático, pero a su vez, pierdo el control de mi inteligencia y quizás no logro expresar todo con demasiada claridad, pero esto no ha sido demasiado chequeado todavía; el conejillo de indias necesita machucarse un poquito más.
Ah, creo que nunca lo dije en estas páginas virtuales, me llamo David.

lunes, enero 24, 2005

¡¡Carlos es el Jimi Hendrix argentino!!

El sábado hice algo por segunda vez en mi vida. La primera oportunidad en la cual había realizado semejante acto gutural había sido en la provincia de Río Negro y sé muy bien que el cabello ondulado de Irma Martínez me detestó por completo (A propósito, el nombre Irma es uno de los más feos del universo).
La cuestión es que si vas a un bar repleto de rolingas amigables, con la persona que más querés en el mundo y entre ambos beben seis Quilmes Cristal de un litro, el inevitable resultado será un remisero fastidioso porque tendrá que lavar su auto vomitado y un dolor de cabeza constante al otro día. No obstante, la pasamos muy bien, fue una noche muy divertida, a pesar del incidente fatal para el tapizado del remís. Los más chistoso de todo es que lo primero que dije después de lanzar fue: "Hay gusto a ñoquis". Lo raro es que habíamos comido pizza antes. Lo que se dice la idea fija. No importa, ya falta poco para el 29.

martes, enero 18, 2005

El Chipero

Los albañiles misioneroparaguayos que laburan en mi trabajo tienen un delivery exclusivo, al cual sólo los privilegiados pueden darse el lujo de acceder. Todos los martes, cual sodero en F-100, toca el timbre el vendedor de chipás y ambos salen raudos hacia la puerta. "Che, dale que ya vino el chipero"; eso es lo que suelo oir los instantes previos a que vuelvan con una bolsita llena de chipás, después de una charla con el señor chipero en un indescifrable guaraní, el mejor idioma del mundo. Obviamente, si después no me convidan uno, los mato.

domingo, enero 16, 2005

Osvaldo

Creo que en el escalafón más alto de mis prejuicios se encuentran las personas con antejos negros grandotes espejados, ese tipo de lentes que usaban los policías. Cuando veo a alguien que los tiene puestos, no puedo evitar pensar que es un hueco, superficial e ignorante, aunque sé muy bien que tener un par de anteojos no lo convierte automáticamente en un ser con tales características. Y si la persona que luce los anteojos espejados es varón y tiene una musculosa que otrora hubiese usado mi abuelo a la mañana cuando se despertaba, el prejuicio se duplica inmediatamente.

martes, enero 11, 2005

Párrafo

Ayer al mediodía, mientras seguía la línea de brea que divide la calle Boedo en dos, frente a mí transitaba lentamente una camioneta repleta de sandías en su sector trasero, que intentaban ser comercializadas gracias al énfasis del hombre que viajaba en el asiento del acompañante de dicho vehículo, que con sus incesantes gritos a través del altoparlante, intentaba convencer a todo el vecindario para que compre alguna de las gigantescas frutas "correntinas, sabrosas y caladas" que tomaban Sol placidamente, al compás del ritmo de la redundante y potente locución de su vendedor.

miércoles, enero 05, 2005

Mañana puede ser

Hoy no voy a saltar desde un octavo piso, ni tampoco voy a entrar a Musimundo a robarme algo y después salir corriendo. No, hoy no. Tampoco voy a bañarme. Ni se me ocurre hacerlo, hoy no lo voy a hacer. Hoy tampoco voy a escribir palabras muy lindas, aunque esto parezca un mínimo intento, no lo es. Hoy no voy a comer verduras, prácticamente no lo hice nunca en mi vida, por qué hacerlo hoy. No, hoy no. Hoy no voy a ver a los Reyes Magos ni voy a dejarles pastito ni agua para los camellos. Hoy no es ayer, principalmente porque ayer no es hoy. Hoy no voy a cantar ni voy a sentir frío, en ningún momento del día, ni a palos, no, hoy no. No será hoy el día en que me decida a putearlo con todos los insultos que conozca a mi jefe, pero ganas no me faltan. Ni hoy ni ningún otró día me faltan ganas. Hoy no voy a sentirme muy feliz, tal vez sólo un poquitito, un ratito, un instante, pero nada más. Hoy no voy a poner un punto y aparte. Va todo seguido y al que le moleste que se vaya, pero por favor, hoy no. Tal vez hoy no me lave los dientes, es lo más probable. Definitiva y lamentablemente, hoy no voy a ver una estrella fugaz. Hoy no voy a comer lasagna ni albondigas ni chinchulines. Hoy no va a llamar ninguna persona a mi casa a preguntar por mí, casi seguro que no. Hoy no voy a lavar los platos, hoy no voy a leer La Mano, hoy no voy a vomitar, hoy no voy a ir a ningún lado que esté a más de 3 cuadras de mi casa, hoy no voy a tocar una guitarra afinada perfectamente, hoy no voy a ver una competencia de saltos ornamentales, hoy no voy a encontrar la fórmula para la paz en el universo. Hoy no.