miércoles, julio 13, 2005

Liniers, Arenales y Yapeyú se mueren de envidia

Hoy a la mañana, mientras venía caminando por Boedo (la calle, en Bernal, no el barrio, en Capital), me puse a pensar acerca de la vida y llegué a una conclusión facilista, pero para nada despreciable. Descubrí que las personas que estamos vivas tenemos que intentar disfrutar cada segundo en la Tierra de la manera más placentera y que menos perjudique a otros seres vivos, especialmente de la raza humana. No soy vegetariano y jamás lo seré. Una buena excusa para mi dieta alimenticia basada en la carne, la aporta Kurt Cobain en Something in the way, cuando dice que "it's okey it fish 'cause it don't have any feelings", o sea, que está bien comer peces porque no tienen sentimientos.
Acá iba a poner otra cosa que era una especie de la apología al suicidio, pero lo borré, me autocensuro. Terminé de leer lo que había escrito y me di cuenta que no valía la pena, tal vez hería los sentimientos de alguien con un suicidado cercano y no me pareció del todo correcto. Bah, en realidad tendría que tener mucha mala suerte para que lo lea alguien con dicha desgracia, ni que fuera uno de esos pelotudos que pasean por todos los blogs del universo para dejar comentarios propios de imbéciles cerebrales con el único objetivo que visiten su miserable espacio virtual en el cual dicen las mismas pelotudeces que yo.
Si yo tuviese que suicidarme, algo que jamás haría, me tiraría del edificio más alto de Argentina, no sé cual será. Pero antes, forraría la totalidad de mi cuerpo con las bolsitas repletas de burbujitas para explotar con las uñas, que vienen en los artefactos eléctricos. Estaría sensacional escuchar ese ruidito delicioso antes de morir. Obviamente sería mucho mejor morir escuchando a Green Day en vivo, si es por deleites auditivos, pero tampoco quiero una muerte utópica.

miércoles, julio 06, 2005

Cascabelitos


Este es el techo de mi antigua pieza. Cuando era chico fantaseaba que estaba repleto de adorables viboritas y siempre, de tanto mirarlo, encontraba alguna nueva, perdida por algún rincón. Hasta le imaginaba historias a cada una de ellas. Espero que el lector/visualizador sepa captar las pequeñas cabecitas y las colas de los anfibios de madera que mi mente fabricaba desde la tranquilidad de mi vieja cama marinera.