lunes, julio 30, 2007

El contenido fue sólo un tentempié de la forma.

Buscarle explicación a las cosas que nos pasan puede llegar a ser muy absurdo o demasiado eficaz, según con qué ojo y durante qué estación se los mire. Iba a escribir acerca de la intensidad voraz de las emociones que se borran en un instante cuando escuchan las campanitas del silencio, pero ahora prefiero dejarme llevar por este párrafo-desparpajo que tanto me incita a continuar por un camino que no sé a donde me lleva, pero que conozco como si lo hubiese creado hace medio segundo, ni un instante más. Los puntos aparte me parecen hipócritas (y los paréntesis me rompen las bolas), sólo ayudan la lectura, no los necesito, por lo menos ahora no. Lo que realmente quiero es un voluminoso flan bañado en caramelo y dulce de leche. Quizás esté siendo bastante obvio, pero no quiero pecar de mentiroso ante mi fantasmal presencia. Porque todo termina siendo un problema que se soluciona con saber elegir a la persona indicada para remontar un barrilete o para viajar en tranvía.
Las contradicciones son abundantes como los momentos incómodos que nos obligan a agachar la cabeza y mirar al suelo, como si allí hubiera algo interesante además de las lombrices, que se mueven parlanchinas y barrosas, mientras desean adquirir poderes eléctricos como sus colegas marinas de mayor longitud y prestigio. Nada en el universo que conozco mantiene su forma eternamente; no puedo pretender unanimidad en mis alineados movimientos. Lo que se escapa, se fue. Aunque reclames y pegues carteles, los conejos no tienen dueño. El Sol se asoma y se va. La Luna hace lo mismo. Las estrellas también.
Voy a viajar hasta el fondo de mis intuiciones para erradicar los eufemismos catalíticos que me consumen por dentro. La marioneta del Pacífico actúa por inercia y borra las fronteras del dolor con sus rayos acuáticos. Las imágenes se repiten una y otra vez en TN, pero no las veo. Las siento acá. Acá adentro. Hoy, ayer y mañana. Pero siempre hay un recoveco para soñar. Soñemos en el recoveco. Allí dentro hay paz. Me gusta.

Dedicado con amor, resentimiento y sacrificio a
Pancho y la Sonora Colorada,
por sus melodías ortodoncistas
y sus maliciosos dejavúes.