viernes, octubre 24, 2008

#002 - Limones y Palomas (Doble Trabajo)

Lo que dure el viaje de Wilde hasta Avellaneda en el 22 será el límite de mis palabras.
Veo al Sol esconderse detrás de las casas y los edificios. Cada tanto, me pega en los ojos y distrae mi mirada. El clima está un poco pesado. Tengo puesta mi remera blanca y rosa de Loquero. La planchó mi hermana hace un rato, la encontré en un cajón; hace mucho que no la usaba. De fondo, suena un cumbia en un celular. Estaría sensacional que encuentre en la calle unos auriculares, el chico que posee el teléfono.
(Se complica la prolijidad acá)
Voy a reprimir la literalidad de mis sentimientos, para no explicitar lo que me pasa en este instante. Entonces, bienvenidos al mundo de las metáforas enredadas. El cuento dice así:
"La paloma blanca dejó de saborear el verde limón, consiguió un pasaje a Moscú para ser la estrella de un espectáculo de magia neopost-menchevique, que consiste en teletransportarse hacia la copa del ombú más frondoso sin la necesidad de utilizar brebajes diuréticos.
Por su parte, el limón esmeralda donó su cuerpo a la patria y se posicionó firmemente para ser el Coronel de un ejército de paltas decidido a dar su vida por la causa, con todos los métodos kamikaze jamás imaginados".
¡DARÉ LA MEDIA VUELTA! ¡DARÉ LA VUELTA ENTERA!
La PAZ es inconmensurablemente bonita.
Llegué a Avellaneda.

jueves, octubre 23, 2008

#001 - Aquí hay algo que no sé qué es pero sé que está bien que sea así

Me dije a mí mismo, hace un tiempo, que iba a hacer lo que estoy haciendo en este preciso momento, pero, evidentemente, lo dejé para un "después" lejano en el tiempo que, casualmente, se transforma en un "ahora" hoy. Así son las cosas cuando uno se propone modificar su ambiente con absoluta pereza e indecisión.
Los frenos son necesarios cuando un auto está por chocar o cuando andás en bici y no querés chocar contra un auto. Los vericuetos de las frases me hacen bromas; intento evitarlos con hidalguía. Voy a tratar de no perder mi rumbo, ya que no sé hacia dónde va y desde qué lugar proviene. Iba a hablar de los frenos, de las barreras, pero ahora me freno. No creo que sea conveniente. Mi escritura es un cambio constante que no sabe cuál será su próxima metamorfosis. Quizás la búsqueda sea esa. Realmente, no lo sé, y si lo supiera, tampoco lo diría. Conocer el momento exacto para callar es una gran virtud, pero no es tan esencial como saber qué decir en el instante indicado. Es una simple cuestión de contraste.
[Dulce de membrillo, brillantina, gelatina, arroz con atún]
Quiero registrar los sonidos inaudibles de la madrugada, meterlos en una bolsa de agua caliente y llevarlos en un viaje sideral hasta Neptuno, donde serán muy bien recibidos por un combinado de criaturas deformes, somnolientas y simpáticas. Les prestarán sus oídos para que elijan en qué tímpano habitarán por el resto de sus vidas. Serán felices allí y comerán perros con peritonitis aguda en el desayuno.
Mi mente le dice a mis yemas para que le diga al anónimo destinatario (que probablemente sea yo) que estoy en presencia de una situación paradigmática que aún no fue visualizada en el horizonte de las buenas intenciones que están por venir (¿Qué te parece? ¿ Cuál es la distancia más corta? ¿Qué nombre tiene? ¿Cuánto te doy por venir? Porvenir ¿Cuántas veces te voy a coronar? ¿Cuántas veces voy a coronarte?). Mi aparente paroxismo desnuda mis defectos y los trae a la luz para que se quemen como mosquito incinerado por una lupa gigantesca, que filtra poderosos rayos solares, en una tarde calurosa de verano en Bután.