sábado, agosto 14, 2004

El Naranjú


La guacha de la Capparelli me había puesto otro 2 en matemáticas y estaba todo mal, mi vida era la muerte de la muerte y má’ muerte de la muerte iba a ser cuando mi viejo me marque con el cinto, mientra’ me grita: “¡ Vago ! ¡ Drogadito ! ¡ Burro del orto ! ¡ Pa´que te mando al colegio si no estudia’ !”.
Ya en la entrada de mi villa, la de lo’ lucalitu, mi villa, me imaginaba cómo me iba a quedar de colorado el culo despué’ de lo’ cinturonazo’. Esto’ último’ tiempo’, mi mamá no pudo salvarme de lo’ golpe’, porque la pobre se cansó de que mi viejo la casque y se mandó a mudar con el Ruben, el mecánico.
Pero, para no olvidarme, estaba pensando que, ante’ de la paliza, quería darme el gusto con algo que me dijeron que pruebe. El Vítor me hinchaba siempre para que vaya a lo de la Porota a comprar ésa’ cosa’ que vende. Entonces, me puse las pila’ y fui, má’ vale que fui. Le dije a la Porota que me dé uno de eso’ Naranjú fosforescente que me dijo el Vítor que te hacen volar por lo’ cielo’.
¡¡¡ Y la puta que te hacen volar !!! Yo volé hasta el año 2090, mas o menos, creo que sí. En la villa estaba todo cambiado, era una locura de las locuras. El Vítor estaba ahí, parado en las calles de pasto sintético, tenía la jeta llena de chapas. (¿ Qué mierda me pasa ? Me salen todas las S ). “Qué hacés, perejil”, me dijo el Vítor, “lo de las S es por un microchip que pusimos acá abajo, en el centro de La Tierra. No sé cómo jaraco funciona, pero se te agregan solas al final, es como una especie de magia”, terminó de decirme y me dejó más aliviado. Me contó, para aclararme porque tenía eso pegoteado en la caripela, que en el 2053 hubo una guerra nuclear y que los de la villa fueron los únicos que se salvaron, gracias a las chapas. El Vítor me advirtió que no salga de la villa porque me iba a achicharrar como un chizito, que todo estaba lleno de radicación, o algo así.
Le hice caso y me llevó a recorrer el lugar. Fuimos hasta donde era mi casa y ahora ahí había una piedra de espejos gigantota. El Vítor me dijo que era una peluquería cósmica, que venían los E.T. a hacerse los claritos y se iban súper felices.
“¿ Y mi Yo del futuro ?”, le pregunté. “¡¿ Qué Yo del futuro, logi ?! Viste muchas películas, vos, me parece. Acá no hay ningún Vos del pasado ni ningún otro Vos del futuro. El único Vos que existe sos vos, ¿ entendiste ? ” Asentí moviendo la saviola y estaba anonadado (jaja, el ano que nada, esa palabra es una masa) porque el Vítor se había transformado en un re filósofo. No cacé una palabra de todo eso que dijo.
Seguimos paseando, me llevaba en una limusina de carritos de rulemanes, seguro que ahí dentro entraban como 20 vagos. Me asomé por la ventana de arriba y le pregunté que eran esas dos bolitas que estaban colgadas en el potrero y me dijo que eran el Sol y la Luna, que se cayeron hace 5 años y se hicieron chiquititos en el aire. Me explicó que el Sol no hace falta para vivir, que era puro chamuyo eso, que con un par de lamparitas y estufas a gas se arreglan lo más bien.De repente, sentí que me bajaba todo y uno’ grito’ tremendo’ de mi viejo, que me decía que me prepare porque iba a cobrar, que de ésta no zafaba. Cuando se sacó el cinturón y me miró, yo lo miré y me reí, y saqué el naranjú fosforescente del bolsillo.
[Hace casi un año que no escribo un cuento, este fue uno de los últimos. Y es una historia verídica]

1 Comments:

At 10/04/2004 11:50 p. m., Anonymous Anónimo said...

Estoy orgullosa de ser una de las primeras personas en haber oído semejante obra de arte literario. Y no me canso de leerla.

CX

 

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