Las religiones sólo provocan muertes

La fragancia que emanan las cinco empanadas que trajo la enanita rolinga de la casa de comida que está cerca de mi (próximamente) ex trabajo, me obligan a escribir más de cien palabras, con el único objetivo de liberar al monstruo abominable que tiene usted, no-lector/a imaginario de este espacio virtual dedicado a la confección de origamis lingüísticos y psicosomáticos.

Termino de engullir la anteúltima empanada, palabra sin sinónimo, y considero que es necesario advertirle, ser humano invisible que se encuentra en algún lugar del universo enfrentándose con éstas oraciones huérfanas de sonambulismo, que muy pronto, desde el ángulo infierior de su pantalla, una mancha negra comenzará a crecer a la velocidad de las luciérnagas en Plutón y desde su interior surgirá un cirujano plástico dispuesto a reconstruir su rostro por la módica recomepensa de un corazón en buen estado, envuelto en papel celofán y listo para introducir en el microondas. 50 segundos más tarde, la humanidad dejará de existir y le dará su lugar preponderante en este nauseabundo planeta Tierra a los sentimientos más cursis que la mentalidad de un koala en celo pueda plasmar.